A finales de los 60, el cine de explotación con temática de drogas tuvo un cierto auge, especialmente en su versión lisérgica. Esta película de terror nacional pertenece también a ese subgénero, fue rodada en playas uruguayas y la acción gira alrededor de un boliche nocturno donde Ricardo Bauleo toca el piano y canta (por primera y única vez en el cine, por suerte). Esa vida nocturna licenciosa, además de un asesino encapuchado, incluye lesbianismo, que combinado con drogas es siempre un buen plan.